Martes, 29 de julio de 2025
España es un país con un elevado número de horas de sol. Según la región, puede haber una media de ocho horas diarias, para un total de entre 2.500 y 3.000 horas anuales. Esta situación convierte al sol en un potente aliado energético, pero también, paradójicamente, puede ser un posible factor de aumento del consumo energético en épocas como el verano, en las que el equilibrio entre el sol y la sombra es fundamental para mantener los espacios más frescos.
Ante esta realidad, los avances en los sistemas de smart home han dado lugar al sombreado inteligente, es decir, la mecanización de elementos cotidianos como persianas, toldos o cortinas para que el movimiento de estos elementos se realice de forma autónoma según la posición del astro rey, la hora del día y la temperatura del exterior.
Gracias a la domótica, el sombreado automático puede asumir otras funciones como la de ajustar la posición de las persianas para optimizar la entrada de luz natural, subiendo progresivamente y dejando que la luz del amanecer haga de despertador, eso sí, siempre adaptándose al usuario de la habitación.
Los cristales también desempañan un papel clave en los sistemas de sombreado inteligente. En particular los vidrios electrocrómicos, que destacan por su capacidad para adaptarse en tiempo real a las condiciones de luz. Estos cristales se oscurecen cuando el sol incide directamente y se aclararán cuando no hace falta protegerse, manteniendo una temperatura estable durante todo el día.
Estas soluciones de innovación implican otras ventajas como la de evitar daños por vientos o granizos fuertes cuando hay tormentas o, en invierno, ayudar al sistema de calefacción a retener el calor.
¿Y cómo lo hacen? Gracias a sensores que envían información a un software, podemos controlar desde nuestros dispositivos móviles en remoto o con la voz si estamos en casa, la posición de nuestras persianas, toldos o cristales en tiempo real o adaptado a la previsión meteorológica.
Algunas de las ventajas del sombreado inteligente, como la mejora de la eficiencia energética y el control de la temperatura, se pueden aprovechar también fuera del hogar. En Europa, varias bodegas han implementado paneles en altura para mitigar los efectos del sol. Un ejemplo destacado es un proyecto piloto en Aranda de Duero (Burgos), donde se han instalado paneles fotovoltaicos a 4,5 metros de altura, dotados de sensores que miden la radiación solar, así como otros dispositivos ubicados entre las vides, que registran la temperatura, humedad del aire y del suelo. Todo ello, permite controlar de forma remota la orientación de los paneles para obtener las mejores condiciones climáticas. Al hacerlo, se logra una modulación de la sombra, ya sea para evitar la sobreexposición al sol o para controlar lluvias torrenciales o heladas. Mientras tanto, en Italia, concretamente en la región de Puglia, otra bodega ha utilizado el sombreado automático para proteger las viñas, retrasar la maduración de las uvas e, incluso, sembrar variedades que no eran típicas del lugar.
Arquitectura que aprende de la naturaleza
Adaptarse al entorno como lo haría un organismo vivo es una de las claves que conecta el sombreado inteligente y la arquitectura biónica. Esta corriente, que parte de la premisa de que “la naturaleza lo hizo antes y lo hizo mejor”, ofrece una serie de respuestas a esta cuestión, según indica Javier Gómez Pioz, arquitecto y profesor universitario en el Departamento de Ideación Gráfica Arquitectónica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, en la Universidad Politécnica.
El objetivo principal es encontrar respuestas edificables basadas en el aprendizaje de lo natural. “Hay que tener en cuenta que lo que consideramos una buena solución para el verano, no suele ser la más adecuada para el invierno. Por ejemplo, una vivienda muy bien iluminada y soleada, suele tener gran cantidad de cristal, pero no hay que olvidar que cada metro cuadrado de este material afectado directamente por el sol irradia una temperatura hacia el interior equivalente a una estufa de incandescencia de 500 vatios”, puntualiza el arquitecto.
Asimismo, coincide en que, a la hora de construir, se deben evitar soluciones o elementos rígidos: en vez de usar cristales tradicionales, optar por membranas dinámicas -celosías- que pudieran hacerse más o menos densas según el sol y el calor.
Pioz también considera oportuno rescatar consejos “de nuestras abuelas”, es decir, para él, “el secreto del control climático está en la disposición equilibrada de zonas soleadas y zonas umbrías, lo que favorece la circulación del aire”. De ahí la importancia que tenía, décadas atrás, la ventilación cruzada.
Hace casi treinta años, Javier Gómez Pioz, junto a María Rosa Cervera y Eloy Celaya, dieron forma al proyecto conocido como la Torre Biónica, una propuesta revolucionaria que se formalizó en 1997 y se presentó ese mismo año en Londres. Tras 15 años de investigación inspirada en la naturaleza, estudiando árboles, telas de araña y aves, el equipo desarrolló un innovador prototipo estructural capaz de alcanzar los 1.200 metros de altura. Una “revolución al estilo tradicional de los trazados rectangulares actuales”. Su objetivo era plantear una nueva forma de construir ciudades verticales, más eficientes y sostenibles.
Bajo ese concepto, se han desarrollado múltiples proyectos como las torres Westin en Calcuta, el rascacielos de Kuala Lumpur Chang Kat Kia Pen, el ayuntamiento de Chengdú o el Instituto Al Bahar en Abu Dhabi, que tiene unas fachadas cinéticas que imitan esa respuesta biológica para controlar la temperatura del edificio de forma natural. Un sistema que hace que el edificio funcione como un organismo sostenible: lo justo, lo necesario, sin desperdicio. Y un metabolismo que el sombreado inteligente aprovecha para regular la temperatura con la mayor eficiencia posible.
¿Te ha parecido interesante?