Jueves, 18 de septiembre de 2025
Décadas atrás, el futuro siempre se imaginaba con coches voladores. Son obligatorias las referencias a series de dibujos animados como Los Supersónicos y a la trilogía de Regreso al Futuro. Aunque está tardando en llegar, esta tambi&én será una profecía autocumplida de la humanidad, aunque los taxis aéreos no serán automóviles, sino drones tipo VTOL propulsados por hidrógeno o electricidad. Serán rápidos, silenciosos y respetuosos con el medioambiente, y tendrán un objetivo muy claro: redefinir la movilidad en las ciudades.
Por el momento, el sueño se está materializando con prototipos capaces de despegar y aterrizar verticalmente, con diseños minimalistas y cabinas para cuatro pasajeros. Gracias a las mejoras en baterías de alta densidad energética y a la incorporación de pilas de combustible de hidrógeno, estos vehículos se presentan como la siguiente revolución en transporte sostenible.
Pero, para entender su funcionamiento y prestaciones, primero debemos saber de qué tipo de vehículo hablamos. Se trata de los VTOL (Vertical take-off and landing) y, más concretamente, los eVTOL (la versión eléctrica del mismo tipo de dron). Estos utilizan múltiples rotores eléctricos y baterías de última generación para ofrecer tres grandes ventajas:
Por su parte, los taxis aéreos impulsados por hidrógeno combinan un tanque de este componente líquido con celdas de combustible que generan electricidad y únicamente expulsan vapor de agua. En julio de 2024, Joby Aviation logró un hito al volar 840 kilómetros en una sola misión, confirmando el potencial de esta tecnología para rutas regionales sin emisiones.
¿En qué punto estamos?
En estos momentos, la carrera global por la movilidad aérea ya tiene ganadores provisionales:
¿Y nuestro país? En España, la conexión con los vertipuertos piloto está amplificando el ecosistema local. Algunas startups ya investigan modelos híbridos, mientras que Aena y Enaire preparan la red de infraestructuras necesarias para integrar eVTOL e hidrógeno en el espacio aéreo controlado.
Entre las aplicaciones de esta tecnología, por el momento, destacan la atención de emergencias médicas (por ejemplo, evacuaciones ultrarrápidas desde zonas remotas); el turismo, con recorridos panorámicos; traslados VIP o la movilidad diaria, basada en desplazamientos casa-trabajo en grandes urbes, como un complemento al metro, tren y autobús.
Pero antes... hay que superar los hándicaps
En estos momentos, agencias como la FAA estadounidense y la EASA europea trabajan para adaptar la normativa de aviones tripulados a estas nuevas plataformas. La conocida como validación de continuación segura del vuelo en caso de fallo de energía es imprescindible antes de autorizar operaciones regulares.
Por otra parte, esta tecnología aún tiene una autonomía limitada, ya que, aunque el récord de 840 kilómetros de Joby abre la puerta al transporte regional, los primeros servicios urbanos se limitarán a 50 kilómetros de rango, suficientes para cruzar ciudades densas pero insuficientes para conexiones interciudades en un mismo vuelo.
Finalmente, la infraestructura y la regulación urbana también son desafíos que deben ser atendidos, puesto que será necesario desplegar los mencionados vertipuertos compactos en azoteas y plataformas modulares, conectados al transporte público y redes de hidrógeno verde. Es imprescindible definir corredores aéreos urbanos y cuotas de tráfico para evitar congestión, en este caso, en el cielo.
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