Jueves, 25 de septiembre de 2025
¿Quién habría imaginado que la nueva carrera espacial estaría motivada por la búsqueda de fuentes de energía cada vez más sostenibles? Y es que, gracias a las estaciones solares orbitales, también conocidas como satélites solares, que capturan continuamente energía solar en el espacio y la transmiten a la Tierra mediante microondas o láseres, hoy es posible aprovechar lo que se conoce como energía solar espacial o SBSP (Space-Based Solar Power, por sus siglas en inglés).
Una de sus principales ventajas es que, a diferencia de los paneles terrestres, los sistemas espaciales pueden operar sin interrupciones, alcanzando hasta ocho veces mayor eficiencia. La Agencia Espacial Europea (ESA) estima que un único satélite solar podría generar 2 GW de potencia continua.
A pesar de los desafíos técnicos -como la construcción de estructuras gigantes en órbita, la conversión eficiente de la energía y su transmisión segura a la Tierra-, existen ciertas posibilidades de que la generación de energía en el espacio se convierta en una realidad en las próximas décadas. China, Japón, Estados Unidos y la Unión Europea, a través de sus agencias espaciales (NASA, ESA y JAXA) y empresas privadas como Lockheed Martin, Airbus, SpaceX y Blue Origin, están invirtiendo en investigación y desarrollo para liderar esta nueva carrera espacial.
En el Viejo Continente, la Agencia Espacial Europea aprobó en 2023 el programa Solaris, con el objetivo de convertir la energía solar SBSP en una fuente de energía sostenible y escalable. La colaboración entre compañías espaciales, suministradoras de energía y agentes políticos, además de una inversión de 4,7 mil millones de euros, podría hacer realidad este proyecto en 2027.
Por su parte, Airbus Defence lidera el desarrollo de antenas terrestres modulares de tres kilómetros cuadrados que pueden integrarse con granjas solares convencionales y, en paralelo, el consorcio Thales/Alenia está inmerso en la construcción de satélites de observación innovadores y flexibles basados en la tecnología SAR (radar de apertura sintética) y tecnología óptica.
Además, la NASA, dentro del sistema ARMADAS (Automated Reconfigurable Mission Adaptive Digital Assembly Systems), ya está probando robots ensambladores autónomos para construir antenas gigantes, paneles solares o hábitats en la Luna. En 2024, consiguieron levantar un refugio del tamaño de un cobertizo sin supervisión humana detallada.
El verdadero salto tecnológico
Si hay una innovación que puede superar las barreras técnicas que presenta el desarrollo de esta fuente de energía es la transmisión por microondas o láser. Para abordar los retos del transporte y despliegue de la energía solar espacial, el experimento MAPLE (Microwave Array for Power-transfer Low-orbit Experiment) de Caltech demostró en 2023 la viabilidad de enviar 1 kW de potencia a 50 metros de distancia con una eficiencia del 60%. Esta proeza se consiguió gracias al despliegue de transmisores de energía flexibles, alimentados por tecnologías de bajo coste.
Por su parte, SpaceX, a través de su proyecto Starlink, está desplegando una constelación de satélites en órbita terrestre baja para proporcionar acceso a internet de alta velocidad y con mínima latencia. Aunque estos satélites están concebidos principalmente para comunicaciones, muchos de ellos emplean paneles solares para su funcionamiento, lo que los convierte en cierto sentido en satélites solares. Partiendo de esta tecnología, ya hay investigaciones en curso sobre la viabilidad de utilizar satélites solares en órbita geoestacionaria (alrededor de la Tierra) para generar energía y transmitirla al planeta.
Aunque el concepto parece futurista, varios países ya han fijado plazos concretos. China prevé lanzar una planta piloto de 100 kW para 2028; Reino Unido aspira a tener un sistema operativo para 2035; y la Fuerza Espacial de EE.UU. ha identificado 36 tecnologías clave a desarrollar antes de 2040. El coste sigue siendo la mayor barrera.
Todos estos avances confirman que en el camino hacia la transición energética, el espacio ya no es una frontera, sino una oportunidad.
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