La carrera de Jaime Olaizola, doctor en Ingeniería de Montes, ha estado siempre dedicada al cuidado del medioambiente. Especializado en micología y autor de diversos libros científicos, ha sido cofundador de siete empresas de biotecnología. Una de ellas es ID Forest, dedicada a la reforestación inteligente, donde aglutina todo su conocimiento y refleja con fidelidad sus esfuerzos en la defensa de medioambiente.
¿Cuándo nace ID Forest y por qué?
ID Forest nació en 2010 y, aunque fue un inicio difícil, la evolución ha sido muy buena durante todos estos años en los que hemos hecho mucho I+D, generación de conocimiento y búsqueda de servicios innovadores que pudieran dar soluciones a problemas ambientales, especialmente de los bosques. ID Forest es una empresa que trabaja en el ámbito forestal, pero estamos especializados concretamente en los microorganismos, los hongos y bacterias que hacen que los suelos sean saludables, o que incluso puedan combatir enfermedades o producir otros hongos de interés comercial, como la trufa, los boletus o los níscalos.
¿Qué avances puede permitir la identificación genética aplicada al campo forestal?
La identificación genética, o tecnología genética, permite ver donde antes no se veía. En los suelos vemos una superficie, pero lo que hay abajo nadie lo ve. Bajo el suelo habitan miles de microorganismos luchando permanentemente, compitiendo para conseguir su espacio y su hueco. La identificación genética permite ver qué ocurre con las diferentes plantaciones. Por ejemplo, si la plantación es joven, nos permite saber cuáles son aquellos microorganismos que más la ayudan. Nos permite ver cuáles son los hongos y bacterias que mueren tras un incendio, y cuáles deberíamos reponer para que la restauración de los suelos sea mucho más rápida y eficiente. Así, además, identificamos no solo los hongos y las bacterias buenas, sino también aquellos que están causando daño.
¿En qué consiste la reforestación inteligente que habéis diseñado en ID Forest?
Para que la reforestación sea exitosa, hay que tener en cuenta hacia dónde va, dónde se quiere hacer y captar el máximo de variables para que sea eficiente. Llamamos inteligente, racional o sostenible a las reforestaciones que tienen en cuenta todo esto, todo lo que es la ecología, es decir, cómo funcionan los ecosistemas.
En el caso de los bosques, para que una reforestación sea exitosa, debes tener en cuenta qué tipo de suelo es. Los suelos son los sistemas digestivos de los árboles. Es fundamental tener en cuenta esto no solo para evitar aquellos que son patógenos, sino para darle a la planta, en cada momento, para cada suelo y para cada situación, los microorganismos que le permitirán tener un microbioma saludable y que van a impedir que tenga problemas en el futuro. El 98% de las plantas sobre la tierra cuenta en su crecimiento con hongos. Por eso nos enfocamos en los hongos micorrícicos.
¿Qué diferencia existe entre el método que utiliza ID Forest para identificar enfermedades en plantaciones forestales y los que se han venido utilizando hasta ahora?
En la propia naturaleza ya existen soluciones a muchos de los problemas. Nosotros, lo que hacemos es estudiarla y acelerar algunos de sus procesos con la biotecnología. En realidad, copiamos a la naturaleza, la entendemos y buscamos una herramienta tecnológica que acelere sus propios procesos. ¿Qué quiere decir esto, por ejemplo, en el caso de los patógenos? Que siempre en un ecosistema, en un bosque, puede haber una enfermedad, pero si existe, también lo hará un hongo que la pueda combatir. Por ejemplo, los hongos como las tricodermas o los hongos micorrícicos, que son muy habituales en los ecosistemas forestales.
¿Qué porcentaje de germinación tienen vuestras semillas ‘inteligentes’?
Hay una diferencia enorme entre una plantación microrrizada, o con microorganismos, y una que no lo es. Es habitual tener un 10% o 20% de mortalidad en una reforestación normal. Con los microorganismos podemos reducir eso a la mitad, y además independientemente de cómo venga el año. Esto, con la irregularidad climática que tenemos últimamente, es fundamental, porque sabemos que esos microorganismos tienen una mayor capacidad de regulación y están adaptados a sufrir si viene un año peor.
Más allá de los beneficios medioambientales de la reforestación inteligente, ¿cómo impacta en las comunidades de las zonas en las que desarrolláis la reforestación?
Para las zonas rurales hay muchos beneficios. Lo primero es que los bosques generan recursos forestales madereros y recursos no maderables. La madera es un beneficio directo e indudable. Los hongos tienen otro beneficio indudable. Por poner un ejemplo, si hacemos una reforestación y a los árboles que vamos a plantar les introducimos en su raíz el micelio del níscalo, por ejemplo, en los pinares, en tres o cuatro años va a haber una producción de níscalos enorme que se va a poder recolectar y comercializar.
Además, la participación ciudadana es imprescindible para el desarrollo de nuestros proyectos, en primer lugar, a través de la concienciación. El concepto One Health, una única salud, significa que debemos proteger los bosques para que no haya transferencia, incluso de virus, del bosque a los humanos o de los animales a los humanos, como sucedió con la gripe aviar. Si cuidamos la salud del bosque, podremos favorecer, a su vez, la salud humana. Por ello, la concienciación ciudadana es vital.
¿La tecnología (sensores, satélites, IA, etcétera) juega un papel importante en el seguimiento de las actividades de reforestación y en el mantenimiento de las zonas reforestadas?
Sí, por supuesto. En nuestro caso, como lo que más trabajamos son los suelos, tenemos muchas plantaciones con sensores de humedad para ver cómo va la temporada y cómo responde. Además, hemos desarrollado muchos proyectos de I+D para analizar la respuesta de las plantas a los diferentes estados de humedad del suelo. Para eso necesitamos los sensores. Esos sensores nos facilitan información que llega a una plataforma, o incluso al móvil para que, después, podamos tratarlos con IA para analizar las relaciones que puede haber entre el crecimiento, la patología, el estado de los suelos… Todos estos análisis genéticos de millones de microorganismos nos proporcionan soluciones para el mantenimiento óptimo de las zonas reforestadas.
¿Cuál es la importancia de que las administraciones se involucren en dichas investigaciones? ¿Y qué obstáculos (burocráticos, financieros o culturales) encontráis para la reforestación a gran escala?
Hemos contado con bastante apoyo en proyectos de I+D eficientes y competitivos, justo en lo más necesario: biotecnología, medio ambiente, salud y producción rentable. Ahora en los proyectos de I+D se exige esta visión empresarial. Necesitamos una sostenibilidad ambiental, es evidente, pero también social y económica. En España, más o menos la mitad de los terrenos que tenemos son de propiedad privada, y la otra mitad, pública. Es imprescindible, por tanto, una colaboración público-privada. El mayor potencial de crecimiento en las reforestaciones se encuentra en aquellas tierras productivas de hongos, porque complementa la producción de madera con la producción de hongos. Muchas veces el aprovechamiento de madera tarda en aparecer 20, 30, 40 años, incluso más. En cambio, la de hongos en el tercer año comienza y produce ingresos. El futuro lo veo bien; cada vez tenemos más clientes concienciados y se continúa avanzando en la sensibilización social.