En 2023, España registró una tasa de dependencia energética del 68%. Esto significa que más de dos tercios de la energía que consumimos depende de otros países. En un contexto internacional cada vez más incierto, esta dependencia externa representa una vulnerabilidad estratégica para el país.
La buena noticia es que España tiene recursos renovables, tecnología y capacidad industrial para reducir esta situación y permitir que gran parte de la demanda interna pueda ser cubierta con energías renovables autóctonas. Esta transición fortalecerá nuestra resiliencia ante la volatilidad de los mercados globales y las tensiones geopolíticas, impulsando la reducción de emisiones y el crecimiento económico sostenible al mismo tiempo. Algunos datos para entender el contexto actual:
En 2023, España registró una tasa de dependencia energética del 68% (las importaciones netas de energía divididas por el consumo interior bruto de energía, expresado en porcentaje), una cifra ligeramente inferior al 70% de 2022 pero superior a la media europea del 58%, lo que refleja una evolución positiva pero insuficiente, según el Balance Energético de España 2021 y 2022 de MITECO.
Según datos de Red Eléctrica, aunque las energías renovables representan el 57% de la producción eléctrica, su contribución al consumo total de energía primaria es inferior al 20%. Esto pone de manifiesto la escasa electrificación en sectores clave como la industria y el transporte.
El nivel de interconexión de España con relación a su potencia instalada se sitúa en torno al 2,8%, muy por debajo de los objetivos europeos (10% para 2025 y 15% para 2030). Para abordarlo, España y Portugal han solicitado a la Comisión Europea priorizar las interconexiones de la Península con el resto de Europa.
Sólo una cuarta parte de la energía final consumida en España es eléctrica. Para avanzar hacia un modelo más eficiente y sostenible, es clave electrificar la mayor parte posible de la demanda energética con energías renovables (el PNIEC establece como objetivo alcanzar un 35% en 2030), e impulsar el desarrollo de soluciones sostenibles basadas en moléculas verdes, como el hidrógeno verde o los biocombustibles 2G, para aquellos sectores que es muy complicado electrificar, como la aviación, el transporte marítimo, el pesado por carretera o la industria.
Uno de los retos más relevantes de la dependencia energética es la volatilidad de precios. La necesidad de importar combustibles fósiles expone a España a las fluctuaciones del mercado internacional. Esta inestabilidad encarece la energía, genera incertidumbre económica y reduce la competitividad de empresas y consumidores.
Entre las diversas oportunidades que implicaría incrementar la independencia energética en España, destacamos las siguientes:
Seguridad y estabilidad energética: reducir la dependencia de los combustibles importados disminuye la exposición a la volatilidad de los precios y a las crisis de suministro,lo que mejora la seguridad energética y permite a las empresas planificar a largo plazo.
Soberanía económica y energética: España destina más de 4.600 millones de euros al mes a importar productos energéticos, con un déficit de 2.800 millones de euros en la balanza energética, según MITECO. Desarrollar fuentes de energía propias y renovables permitiría retener riqueza, reducir el déficit y reforzar la autonomía nacional.
Crecimiento económico:el desarrollo de la industria de las energías renovables y las nuevas tecnologías limpias puede generar 700.000 empleos en España, y aumentar un 15% el PIB de la península ibérica. Se espera que haya más de 180.000 nuevos empleos en 2040 vinculados a moléculas verdes como el hidrógeno y los biocombustibles, acorde con el informe elaborado por Moeve y Manpower.