Martes, 9 de septiembre de 2025
El futuro del transporte circula sobre raíles y avanza silencioso, impulsado por el viento, el sol y el ingenio técnico. Esta transformación, discreta pero firme, está redefiniendo la manera en que entendemos el transporte público y su papel dentro de la transición energética.
En Países Bajos, por ejemplo, su red ferroviaria funciona al 100% con electricidad de origen eólico desde 2017. La operadora NS asegura que cada trayecto en tren es neutral en carbono gracias a esta apuesta por la energía renovable. Esta decisión, además de haber reducido la huella ambiental del transporte, ha consolidado al ferrocarril como una referencia de sostenibilidad a escala europea.
En Argentina funciona desde 2024 el tren solar de la Quebrada de Humahuaca, un tren turístico que recorre 42 km atravesando este patrimonio de la UNESCO. Aunque su velocidad no es elevada (máximo 60 km/h), es el primer tren solar de América. Se trata de unidades eléctricas alimentadas por baterías recargadas con energía solar, instaladas mediante paneles fotovoltaicos en instalaciones fijas.
Otro ejemplo destacado es el tren experimental FV-E991 HYBARI en Japón, que combina pilas de combustible de hidrógeno con baterías eléctricas. Este ferrocarril ha recorrido líneas sin electrificar, como Tsurumi y Nambu, y ha completado más de 10.000 km en modo hidrógeno y 6.000 km en modo eléctrico. Está previsto que comience a utilizarse plenamente alrededor de 2030, con el objetivo de sustituir trenes diésel existentes y reducir cerca de 60.000 toneladas de CO₂ anuales.
En España, aunque el avance es más gradual, ya hay proyectos sólidos que muestran el potencial. Es el caso de MetroTenerife que ha sido reconocido con el distintivo de transporte sostenible gracias a su compromiso ambiental. Sus tranvías se alimentan con electricidad proveniente de fuentes renovables, y su sistema de frenado regenerativo permite que parte de la energía utilizada se recupere durante el viaje. Este tipo de innovación, que transforma la desaceleración en una oportunidad de recarga energética, es uno de los grandes aliados del transporte eléctrico en su camino hacia la autosuficiencia.
Un paso más allá lo representa el proyecto europeo FCH2RAIL, en el que participa el Centro Nacional del Hidrógeno (CNH2) con un sistema que combina electricidad e hidrógeno para alimentar trenes híbridos. Según explica Esteban José Rodríguez, ingeniero de desarrollo en el CNH2, el gran avance ha sido integrar una pila de combustible de hidrógeno como fuente de energía en tramos sin electrificar, y aprovechar la catenaria en los tramos que sí lo están. Esta solución convierte a los trenes en vehículos verdaderamente bimodales, capaces de adaptarse a distintos entornos sin necesidad de combustibles fósiles. El prototipo ya ha recorrido con éxito más de 10.000 kilómetros en modo hidrógeno y otros 6.000 kilómetros en modo eléctrico.
Rodríguez destaca también el impacto que esta tecnología puede tener en los próximos años si se acompaña de inversiones estratégicas: es necesario construir infraestructuras de recarga de hidrógeno, consolidar una normativa europea que regule su uso ferroviario y seguir investigando para abaratar costes. Pero el potencial está ahí. El hidrógeno verde no es solo una opción sostenible, sino que también permite al transporte ferroviario ganar autonomía y resiliencia energética.
Otra línea destacada de trabajo es la incorporación de instalaciones fotovoltaicas en infraestructuras relacionadas con el transporte. La Comunidad de Madrid, por ejemplo, ha instalado en Leganés la primera marquesina de autobuses que se autoabastece con energía solar. Un gesto simbólico que, sin embargo, refleja una evolución mayor: cada punto de espera, cada cubierta y cada superficie puede convertirse en una pequeña central energética, sumando generación distribuida al sistema de transporte.
Este tipo de soluciones se integran en lo cotidiano sin alterar el entorno, reforzando la idea de que no es necesario esperar a grandes revoluciones para transformar la movilidad. Ya no se trata solo de consumir menos, sino de generar mientras se opera. Tecnologías como los techos solares en cocheras, los sistemas de almacenamiento energético a bordo y la gestión inteligente de la energía permiten que los trenes y tranvías no sean solo vehículos sostenibles, sino nodos activos en la red energética urbana.
El resultado de esta evolución es una nueva mirada sobre el papel del transporte público. Más allá de su función básica de desplazar personas, se convierte en una pieza clave de los ecosistemas urbanos, en diálogo constante con otras infraestructuras sostenibles. Y aunque todavía quedan desafíos –como ampliar la cobertura renovable en líneas menos electrificadas o integrar estas tecnologías en entornos rurales– los avances muestran una dirección clara.
En ese camino, es clave el papel de la innovación tecnológica, pero también la voluntad institucional y la colaboración entre administraciones, operadores y ciudadanos. Cada kilómetro recorrido con energía sostenible es una inversión en eficiencia, en salud urbana y en independencia energética. El transporte público del futuro ya está en marcha, y lo impulsan el sol y ahora, también, el hidrógeno.
¿Te ha parecido interesante?