Jueves, 2 de octubre de 2025
Tras 15 años trabajando en el mundo del Derecho, Javier Sanz apagó su ordenador de abogado y encendió el tostador de Filantrópico, la compañía que creó con un amigo con un objetivo tan simple y como ambicioso, lograr que los 22.000 millones de tazas de café que se consumen cada año en España generaran un impacto social positivo. Con un modelo sin ánimo de lucro, la empresa paga precios justos a cooperativas en origen, emplea a personas con discapacidad intelectual en nuestro país y forma como baristas a personas sin hogar. Así demuestra que negocio e impacto pueden ir de la mano.
Después de tres lustros como abogado, decidiste dejarlo todo a un lado para fundar Filantrópico. ¿Qué motivaciones personales y sociales te llevaron a dar ese salto tan radical?
Siempre quise emprender, aun cuando disfrutaba y ascendía en la abogacía. Sin embargo, quería hacer algo que pudiera impactar de forma directa en la vida de las personas. Un amigo —hoy cofundador— me propuso crear una empresa de café sin ánimo de lucro. Al principio lo rechacé porque implicaba renunciar a la seguridad y el retorno económico. Dos semanas de reflexión bastaron para entender que, si iba a arriesgar mis ahorros y mi tiempo, debía hacerlo por algo más grande que nosotros. Elegimos el café porque millones de españoles lo toman a diario y, por lo tanto, cada taza representa una oportunidad de ayuda. Así nació Filantrópico: un proyecto en el que todas las decisiones se guían por el único criterio de cambiar vidas, lo que simplifica la gestión y multiplica la motivación.
España consume mucho café, pero con escasa cultura de producto. ¿Qué oportunidad viste en un mercado tan comoditizado para lanzar una propuesta social y diferencial?
España es, dentro de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), el país que bebe el café de menor calidad: se vende como algo para despertarse y que aporta energía, o se asocia a determinadas celebridades, no a sabor ni a propósito. Detectamos la posibilidad de descomoditizar la categoría y apelar directamente al consumidor: tú eliges qué efecto tiene tu taza en las personas y en el planeta. El café, además, se asocia a sensaciones y recuerdos positivos porque se toma por la mañana en casa o en la sobremesa con amigos, lo que facilita vincularlo a determinados valores. Al ofrecer grano de especialidad, tostado en pequeños lotes y con impacto medible, convertimos un gesto cotidiano en un acto consciente. ¿El resultado? Cafés excelentes que cuentan una historia de cambio, algo inexistente en la oferta tradicional.
¿Cómo convierte Filantrópico cada taza en impacto social, tanto en origen como en España?
Partimos de una pregunta sencilla: ¿a quién puede ayudar cada taza? Primero, a los 26 millones de familias caficultoras que viven en la pobreza. Para lograrlo, trabajamos con Intermón Oxfam, ONG de cooperación internacional que invierte en cooperativas. En España actuamos en dos frentes. Uno, la inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual, todo nuestro equipo de operaciones que atiende oficinas pertenece a este colectivo. Y dos, la formación de baristas a migrantes en situación de sinhogarismo. De hecho, cuatro alumnos acaban de graduarse y dos ya trabajan. Cada venta liga ingreso a impacto, de forma directa y trazable, transformando vidas en ambos extremos de la cadena.
Si no hay ánimo de lucro, ¿cómo se sostiene un modelo financiero escalable y atractivo para las empresas?
Nos constituimos como empresa social: reinvertimos el 100% de los beneficios y los inversores solo recuperan su capital, nunca dividendos. Vendemos café B2B, máquinas y servicio integral en oficinas. Hoy servimos a más de 80 compañías, incluidas dos del IBEX 35, con una permanencia del 97%. Gestionamos dos hojas de cálculo: una refleja el negocio, la otra el impacto, pero ambas crecen juntas. Al renunciar al lucro, las decisiones estratégicas son más claras y el cliente final decide el destino de su dinero: mejor café que, además, genera empleo protegido, respeta el planeta y financia proyectos en origen. Esa triple propuesta es la clave de nuestra tracción.
¿Qué hace a vuestra oferta la opción más sostenible de la industria del café para oficinas?
Trabajamos granos cultivados a la sombra, sin deforestación y únicamente servimos café en grano para máquinas superautomáticas con cero cápsulas y cero bolsas. Despachamos en envases reutilizables; después los recuperamos mediante logística inversa realizada a pie o en transporte público porque nuestro equipo no conduce. A todo ello se suma la trazabilidad total del origen y un programa continuo de compensación ambiental. Tenemos, por lo tanto, el café con menor residuo y menor emisión que una oficina puede contratar hoy en España.
¿Qué significa para las personas con discapacidad intelectual trabajar en Filantrópico y cómo garantizáis su éxito profesional?
Colaboramos con fundaciones como Prodis o A la par, entre otras, que identifican perfiles y nos ayudan a adaptar puestos y horarios. Priorizamos tareas reales, no simbólicas, de modo que el servicio sea impecable para el cliente y valioso para el empleado. El trabajo aporta rutina, responsabilidades y sentido de pertenencia, por eso nuestros compañeros han creado amistades, salen juntos los fines de semana y se sienten parte esencial de la empresa.
¿Cuáles son los mayores retos para escalar Filantrópico y llegar también al consumidor final?
El desafío principal es financiero. Al ofrecer máquinas en depósito, cada nuevo cliente exige liquidez inmediata y los inversores convencionales buscan retorno que nosotros no damos. Por eso priorizamos entrar pronto en beneficios y acceder a financiación bancaria. Operativamente, crecer implica ampliar un equipo inclusivo, algo más lento que un modelo industrial, pero replicable. Actualmente, ya servimos a Madrid, Barcelona y Sevilla, y planeamos abrir en Vizcaya, Valencia y Málaga. En paralelo, diseñamos una vía B2C, basada en un e-commerce o red de cafés de barrio que mantenga empleo protegido en la última milla. Escalar, para nosotros, no puede desvirtuar el impacto, por ello avanzamos poco a poco, consolidando cada paso.
Quien lea esta entrevista quizá tome café cada mañana casi sin pensarlo. ¿Qué reflexión quieres provocarle?
Invito a cualquiera a mirar su taza y preguntarse tres cosas: ¿es el mejor café que puedo disfrutar?; ¿está cambiando vidas?; ¿respeta el planeta? Si alguna respuesta es no, existe una alternativa. El café es un placer diario y masivo —22.000 millones de tazas al año solo en España—, capaz de financiar inclusión, reforestar selvas y dignificar a los productores. Elegir conscientemente cuesta lo mismo o menos que no hacerlo, pero marca una diferencia enorme.
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