Jueves, 29 de junio de 2023
El abaratamiento de las tecnologías de fuentes renovables y las políticas de fomento de la energía limpia han alentado la idea entre los consumidores de que es posible el autoabastecimiento energético. Resulta obvio que industrias y grandes ciudades necesitan reescribir su modelo en favor de uno más sostenible, pero el medio rural y los pequeños municipios no pueden mantenerse al margen y deben mirar hacia las energías verdes, tanto desde el punto de vista medioambiental como para la búsqueda de una vida más eficiente en el consumo de recursos.
Las zonas rurales se extienden a lo largo del 84% de la superficie de España, por lo que es precisamente en ellas, donde se desarrolla la mayor parte de la generación renovable. Esto supone una gran oportunidad para impulsar el autoconsumo, pero también incentivar la empleabilidad que les permita afrontar una de las problemáticas más graves de nuestro país: la despoblación del medio rural.
Según datos del censo de 2020, sólo el 16% de la población está empadronada en municipios de tipología rural. En este contexto, la apuesta de los pequeños municipios por la industria verde convierte al entorno rural en un destino atractivo para aquellas personas que buscan un estilo de vida más responsable y sostenible.
Del producto al recurso: las comunidades energéticas locales
En el camino hacia el autoconsumo surgen las comunidades energéticas, que permiten aprovechar la energía renovable en el mismo lugar en el que se produce, es decir, utilizan los recursos propios para uso individual o colectivo. Este modelo permite llevar a cabo múltiples actividades desde producir, consumir, almacenar, compartir o incluso vender energía sobrante.
Un ejemplo de ello es la generación distribuida, un sistema que obtiene electricidad de diversos puntos de energía de pequeño tamaño, con la característica de que estas fuentes están situadas cerca del lugar de carga. De esta forma, se puede conseguir una mayor independencia energética.
Las comunidades energéticas son entidades jurídicas de participación totalmente voluntaria y abierta, donde el control efectivo lo ejercen miembros que pueden ser personas físicas, pymes o autoridades locales, cuyo objetivo es ofrecer beneficios energéticos a la comunidad, de los que se derivan también importantes objetivos medioambientales, económicos o sociales hacia los miembros de la comunidad o de la localidad.
Los diferentes avances técnicos y el abaratamiento de trámites e impuestos están haciendo más fácil la producción de energía sostenible a pequeña escala. Ejemplo de todo ello es que en el año 2022 se instalaron 2507 MW de nueva potencia de energía solar en instalaciones de autoconsumo, según datos de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), lo que supone un 108% más que en 2021 (1203 MW).
Entre los beneficios ambientales de las comunidades energéticas locales, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) destacó sus fortalezas a la hora de reducir el consumo de energía, impulsar la energía renovable distribuida o minimizar el uso de combustibles fósiles. Y, yendo un paso más, no olvidan los beneficios sociales: creación de empleo local, así como de un tejido comunitario o la reinversión de los beneficios de la actividad en aspectos prioritarios para dicha comunidad.
¿Tenemos en España alguna muestra de ello? La respuesta es sí. La localidad de Castilfrío de la Sierra (Soria), de apenas 40 habitantes, fue la primera comunidad energética rural en España capaz de producir y almacenar parte de la energía que necesita para su autoconsumo.
El proyecto Hacendera Solar se basa en la utilización de la energía solar para los servicios comunes, disminuyendo así la demanda energética, reduciendo la huella de carbono y fomentando un ahorro energético en torno al 60% de la factura. Para ello, se capta la energía a través de dos plantas solares fotovoltaicas instaladas sobre las cubiertas del centro social y el lavadero. Estas plantas suministran la energía eléctrica a distintos edificios municipales, así como a un punto de recarga para vehículos eléctricos y todo el alumbrado público de la localidad.
Se trata de un ejemplo de cómo España están dando pasos adelante en favor del desarrollo y la consolidación de las Comunidades Energéticas Locales, y que además ahora cuenta con un paquete de ayudas pertenecientes al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, bajo el apartado de "Despliegue e integración de energías renovables".
En definitiva, las comunidades energéticas son una nueva figura en la cadena de valor socioeconómico del sector energético que contribuye a la transición energética, y que supone una nueva forma de generar, usar y gestionar la energía en el ámbito local a través de la cooperación de diferentes agentes, hablamos de la ciudadanía, la administración local y las pymes, contribuyendo a la creación de un sistema energético sostenible, descentralizado, justo, eficiente y colaborativo. Una entidad jurídica que, junto al despliegue de instalaciones renovables de mayor tamaño, va a ser clave para impulsar la descarbonización.
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