Miércoles, 27 de diciembre de 2023
En la actualidad, el desperdicio de comida alcanza unas cifras elevadas. Más aún teniendo en cuenta que todavía se padece hambre en el mundo y que entre el 8% y el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero están asociadas a los alimentos que no se consumen. Casi un tercio de la comida que se produce para consumo humano, a nivel mundial, se convierte en residuos cada año. Esto supone 931 millones de toneladas de alimento desaprovechado, de las que el 61% proviene de los hogares. Todos estos datos se recogen en el Informe del índice de desperdicio de alimentos 2021 elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP).
En las fiestas navideñas el derroche aumenta, pero es fácil combatirlo y consumir, no solo con responsabilidad, sino con creatividad. Y el método a seguir es la llamada cocina de aprovechamiento. En realidad, aunque el concepto se ha generado en tiempos recientes, justamente para combatir el desperdicio alimentario, funciona desde hace siglos y ha dado lugar a ciertos platos que ahora gozan de merecido reconocimiento. Básicamente, consiste en utilizar las sobras de una comida para elaborar otro plato. El ejemplo por excelencia de este tipo de cocina es, sin duda, el cocido: a partir de un guiso de carne y verduras, se aprovecha el caldo para hacer sopa, la carne sobrante para hacer croquetas, y las verduras no consumidas para hacer ropa vieja.
Pero es durante las fiestas navideñas cuando este concepto toma más relevancia: se preparan cenas opíparas pensando siempre en la satisfacción de los comensales y en que no falte nada. Pero rara vez es posible consumir todo lo cocinado. Lo más importante para no tirar comida en estas fechas es ponderar bien las cantidades en función de los comensales, para planificar nuestros menús pensando en que todo lo cocinado puede ser consumido. Y si bien esto a veces se torna complicado —sobre todo si se suman muchas sillas a la mesa— los sobrantes se pueden utilizar fácilmente para nuevas recetas.
Una vez terminada la noche de festejos, podremos diseñar distintos platos que nos permitan aprovechar todas las sobras. Puede parecer difícil, de inicio, pero resulta muy sencillo. Con el marisco sobrante, por ejemplo, se pueden hacer croquetas, salpicón o ensaladilla; con carne de cerdo o cordero, se pueden hacer pasteles de carne, empanadas y hasta salsa para pastas. No debemos olvidar lo sencillo que es rallar el pan para, después, utilizarlo en nuestros rebozados.
Además, pensemos en cómo las frutas maduras o no consumidas pueden servirnos para elaborar batidos o mermeladas, en las que no pierden sus nutrientes. O en cómo los cítricos pueden utilizarse para enriquecer distintas recetas de postres. Incluso, con las uvas que sobren de fin de año se puede hacer una tarta o una macedonia.
A fin de cuentas, es cuestión de creatividad. Lo que sobra la noche del 24, se puede usar el 25. Y lo que sobra el 31, el 1 de enero. Asimismo, el roscón que sobra en Reyes, se puede congelar y comer cualquier otro día, no hay necesidad de tirarlo. Incorporar la cocina de aprovechamiento a nuestras celebraciones navideñas —y a nuestra vida cotidiana— es fácil, ingenioso, y beneficia a nuestra economía, nuestra salud y la del medio ambiente.
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