Imagina una cometa muy grande que da vueltas a mucha altura y que permanece sujeta a la tierra a través de un largo cable. Ahora supón que la energía que produce ese movimiento se pudiera almacenar, distribuir y aprovechar. Pues deja de imaginar, ya que esa es la base del kitepower, una nueva forma de producir energía renovable gracias al viento que ya es una realidad. Aunque la idea se aparta bastante del típico aerogenerador con forma de molino futurista al que nos hemos acostumbrado, lo cierto es que se está probando con éxito en Irlanda.
Su funcionamiento es sencillo: la cometa, de unos 60 metros cuadrados, asciende hasta superar los 400 metros de altura —como referencia, basta recordar que la Torre Eiffel mide unos 300— y comienza a trazar ochos en el cielo para maximizar la tracción. Ese tirón hace girar un tambor que transforma la energía mecánica en electricidad almacenada en baterías. ¿Y esto se está probando actualmente? Sí, de hecho, en el oeste de Irlanda, el sistema de la firma neerlandesa Kitepower —spin-off de la Universidad Técnica de Delft— ya ha mostrado potencias en torno a 30 kW por unidad y la carga completa de baterías de 336 kWh.
¿Por qué Irlanda como banco de pruebas?
La costa atlántica de la isla Esmeralda, y en particular el condado de Mayo, reúne vientos intensos y persistentes, baja densidad de población y amplias turberas abiertas, la combinación perfecta que lo convierte en un laboratorio natural para poner a prueba esta tecnología. Allí, cerca de la localidad de Bangor Erris, opera desde hace un par de años la primera área de ensayos específicamente designada para energía eólica aerotransportada, fruto de una colaboración entre la mencionada compañía, la eléctrica RWE y el consejo del condado con apoyo europeo.
Su funcionamiento técnico es sencillo de comprender: la cometa vuela en modo transversal al viento (el denominado cross-wind), lo que incrementa la sustentación y la fuerza de tiro. Durante la fase de tracción (conocida como reel-out) el cable se desenrolla, arrastra un tambor y acciona un generador en la estación de suelo. Cuando alcanza su extensión máxima, el sistema suelta potencia del ala y la lleva sobre la vertical de la base: entonces llega la fase de recuperación (reel-in), en la que se recoge el cable consumiendo solo una parte de lo que se generó anteriormente. La diferencia neta entre ambos pasos es la electricidad útil. En los ensayos irlandeses, el ciclo típico ronda 80 segundos de tracción y 20 de recuperación, y el vuelo se controla de forma automática desde tierra.
¿Cuáles son sus ventajas?
Los profesionales encargados de las pruebas destacan que la simplicidad de este método es su gran clave. La otra es su funcionamiento en altura. Volar a 400 metros permite capturar vientos más fuertes y estables que aquellos que intercepta un aerogenerador terrestre típico. Esta es la razón por la que los desarrolladores sostienen que el rendimiento por material instalado puede ser mayor.
Además, el balance de materiales cambia, ya que no hay torre ni góndola, el consumo de acero y hormigón cae drásticamente y la estación de suelo cabe en un contenedor estándar (el conjunto del ala y su unidad de control pesa tan solo decenas de kilos). En la práctica, esto se traduce en una logística más ligera y menos obra civil. Otra ventaja frente a las turbinas y aerogeneradores tradicionales es la rapidez. Según el equipo en Mayo, se puede montar en unas 24 horas y no requiere cimentaciones costosas, algo que facilita llevar generación renovable allí donde no llegan turbinas o redes.
Precisamente, sus primeras aplicaciones están donde más cuesta llevar energía renovable: en islas, aldeas remotas u obras temporales. Una sola cometa de unos 30 kW con batería asociada puede cubrir cargas esenciales, recargar maquinaria eléctrica y sustituir generadores diésel ruidosos y dependientes de combustibles importados.
El kitepower es una tecnología emparentada con algunas propuestas similares, como las alas flexibles con generador en tierra, alas rígidas con turbina a bordo y otras arquitecturas alternativas. Más allá del aire, el concepto cometa también puede ser utilizado bajo el agua. Tanto es así que la compañía sueca Minesto ha puesto en marcha su Dragon 12, un dispositivo de 1,2 MW que describe ochos en corrientes de marea y ya entrega electricidad a la red de las Islas Feroe.
Para generalizar su uso, queda por trabajar en torno a la certificación y la seguridad aeronáutica, la gestión del espacio aéreo, la convivencia con las aves, la durabilidad del ala y del cable, y el abaratamiento del kilovatio-hora frente al diésel o la eólica convencional. Pese a todo, el piloto irlandés apunta a un nicho claro: generar donde no llega la red o donde la red falla. Si las pruebas consolidan fiabilidad y costes, pronto podremos ver cometas trabajando en parejas, integradas con baterías y solar en microrredes, apoyando emergencias o descarbonizando islas y entornos remotos. No es magia, se trata de ingeniería capaz de ofrecernos una energía renovable distinta que, literalmente, viene del cielo.