Jueves, 26 de junio de 2025
Cada día las mareas suben y bajan. Lo hacen en silencio y sin descanso. Esto sucede constantemente y en todos los océanos y mares abiertos de nuestro planeta. Esto se debe a la luna y el sol, ya que ambos ejercen fuerzas de atracción gravitatoria sobre la Tierra que provocan estos movimientos del agua. Este fenómeno natural tan hipnótico puede parecer inocente. Sin embargo, las mareas pueden llegar a tener una fuerza espectacular, al tiempo que son un elemento fundamental tanto para la vida marina como para el ser humano.
Para la biología marina, suponen un tema de gran interés y un fenómeno clave, ya que influyen profundamente en la vida y el comportamiento de numerosas especies marinas. Estos cambios del nivel del mar se conocen como pleamar, o marea alta, y bajamar, o marea baja, y transforman constantemente los ecosistemas costeros. Durante la marea alta, los hábitats acuáticos se expanden y esto permite que muchas especies se alimenten, se desplacen o se reproduzcan en condiciones más favorables. Pero cuando el nivel del mar desciende, muchas zonas quedan expuestas y el ecosistema debe enfrentarse a condiciones más secas y, en ocasiones, a temperaturas elevadas. Este entorno dinámico ha impulsado a las especies a desarrollar una serie de adaptaciones evolutivas para sobrevivir.
Los mejillones y las ostras, por ejemplo, se adhieren firmemente a las rocas para resistir las olas durante la marea alta y la desecación durante la bajamar. El salmón se aprovecha de la marea baja para migrar río arriba y buscar un lugar para soltar sus huevas; y las anémonas se retraen para conservar su humedad durante la bajamar. Asimismo, zonas más exóticas, como los manglares, se convierten en espacios de crianza para muchas especies marinas. Además, gracias a las mareas se infiltra agua rica en oxígeno que favorece la eliminación de gases tóxicos y la entrada de nutrientes, lo que la convierte en un vivero para peces, crustáceos y moluscos.
Pero eso no es todo. También son generadoras de energía limpia y renovable. La electricidad se genera a partir de las presas del mar, unas plantas parecidas a las centrales hidroeléctricas. Cuando la marea sube, se abren las compuertas, y al bajar, se deja salir el agua que mueve con fuerza las turbinas. Los lugares donde hay una diferencia notable de altura son los idóneos para colocar este tipo de plantas. En Reino Unido o Francia hace tiempo que cuentan con plantas mareomotrices en funcionamiento. Un ejemplo de ello es la central de La Rance, en Bretaña (Francia), que produce suficiente energía para abastecer a 225.000 ciudadanos.
Otra alternativa más económica son los generadores de corriente de marea, unas turbinas submarinas similares a las eólicas que aprovechan la energía cinética del agua. En Escocia, por ejemplo, cuentan con el proyecto MeyGen: sus turbinas submarinas generan electricidad aprovechando las corrientes de marea del estuario de Pentland. Estas tecnologías permiten una producción energética predecible, ya que las mareas tienen un patrón regular a lo largo del año.
Comprender cómo funcionan los océanos nos permite tomar conciencia del papel vital que desempeñan y de la necesidad de cuidarlos y protegerlos. Las mareas no solo nos cautivan por su belleza, sino también porque son esenciales para preservar la biodiversidad marina, así como para muchas de nuestras actividades. La educación, la cooperación y las prácticas responsables son elementos clave para cuidar las zonas costeras y promover una relación más equilibrada y respetuosa con el entorno marino.
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