Martes, 22 de julio de 2025
En un contexto de transición energética a nivel global, el ecodiseño urbano propone otras formas de organizar los espacios en las ciudades para hacerlos más habitables y eficientes. Hoy, contamos ya con tecnologías capaces de acelerar el camino hacia ciudades y energías más sostenibles. Algunos proyectos ya están demostrando que es posible convertir a las ciudades en nodos de eficiencia, tecnología y sostenibilidad, sin perder de vista los usos de los espacios colectivos, el diseño estético y el bienestar social.
En este marco, el urbanismo sostenible surge como una disciplina integradora que combina arquitectura, tecnología, ecología y participación social para dar respuesta a los retos actuales. Su fuerza está en la capacidad de integrar saberes diversos, escuchar lo que necesita la ciudad y adaptar soluciones a cada contexto. Una de sus apuestas más prometedoras es el uso del mobiliario urbano como infraestructura activa, capaz no solo de mejorar la experiencia cotidiana de quienes habitan en la ciudad, sino también de generar energía o facilitar datos sobre el entorno. “La pregunta que yo me hago como diseñadora es: ¿qué podemos hacer en el corto plazo, de manera inmediata?”, plantea Belinda Tato, cofundadora de Ecosistema urbano, una empresa que desde el año 2000 combina arquitectura, urbanismo, ingeniería y sociología para responder a los retos de las ciudades con propuestas innovadoras, con proyectos como el Eco-Bulevar de Vallecas o Polinature.
El diseño urbano que cuida, enseña y transforma
Precisamente Polinature es un refugio climático temporal diseñado para espacios urbanos especialmente expuestos al calor. El prototipo, instalado en Harvard, integra un sistema de andamiaje, 1.400 plantas autóctonas, bolsas de cultivo y una cubierta hinchable conectada a sensores y paneles solares. Todo el sistema funciona de forma autónoma: cuando la temperatura sube, se activa una corriente de aire generada con energía solar que mejora el confort térmico. Se trata de una estructura de bajo coste, reutilizable y sin residuos, que puede instalarse en verano y desmontarse cuando bajan las temperaturas. “La idea era generar un elemento con sistemas que ya existen, sin producir ningún tipo de residuos. De hecho, las 1.400 plantas se repartieron por el barrio una vez acabada la instalación”, explica Belinda Tato.
Pero actuar desde el presente no implica renunciar al impacto a largo plazo, sobre todo, porque estos proyectos tienen un fuerte componente pedagógico. “El diseño no solo resuelve problemas. También genera experiencias que enseñan, que despiertan la curiosidad”, explica la arquitecta. De hecho, entre sus proyectos interactivos, por ejemplo, encontramos un carrusel, instalado en Países Bajos, que almacena energía cinética liberada por niños y niñas cuando giran y se cuelgan de las cuerdas. Luego, esa energía se utiliza para iluminar la plaza. Este proyecto trata de conectar la actividad cotidiana con un sistema de producción energética y, de este modo, “los niños están aprendiendo que al jugar están generando algo que luego tiene un impacto visible en su entorno”.
Ecodiseño al servicio de la ciudad
En la misma línea, gracias a los avances en tecnología solar, elementos tan comunes como bancos, farolas o papeleras pueden convertirse en nodos energéticos o sensores urbanos.
Precisamente, son muchas las ciudades que han integrado estos avances, gracias a los cuales es posible recargar el móvil con energía solar. Un ejemplo innovador se encuentra en Hungría, en una rotonda en la localidad de Andornaktálya, donde se han instalado farolas solares inteligentes con sensores de movimiento. Este sistema, que ilumina solo cuando es necesario, consigue ahorrar energía y mejorar la seguridad vial. Equipada con paneles solares, baterías, luminarias LED y sensores de movimiento, esta instalación ajusta la intensidad lumínica en función del tráfico de vehículos y bicicletas. Además, su integración con un sistema de gestión urbana remota permite un control bidireccional y una respuesta eficiente ante cambios en la circulación.
Pero además de generar energía, el ecodiseño puede ayudar a reducir residuos. Algunos proyectos han desarrollado mobiliario urbano con materiales reciclados o reutilizados, como plásticos recuperados o maderas provenientes de demolición. En esta línea está trabajando Export Directe, una empresa española que ha conseguido reciclar más de 13 millones de envases de plástico en los últimos diez años. Estos proyectos cierran el ciclo de los materiales y transforman lo que antes se consideraba basura en recursos útiles para la ciudad. A través del diseño, estos muebles no solo cumplen una función práctica, sino que también trasladan un mensaje ambiental y sensibilizan a la ciudadanía.
Todas estas iniciativas nos recuerdan que otra forma de habitar la ciudad es posible: una forma más eficiente, consciente y conectada con el entorno. A través del ecodiseño, la tecnología y la creatividad, estamos transformando los objetos cotidianos en herramientas de cambio, capaces de mejorar la calidad de vida, reducir el impacto ambiental y generar nuevas formas de relación con el espacio urbano.
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