Jueves, 30 de mayo de 2024
Los grandes cambios producen en la sociedad una reacción dual. Por un lado, están los que responden con miedo a lo desconocido y, por otro, los que ven una gran oportunidad. La llegada de la inteligencia artificial (IA) es uno de estos casos y, de nuevo, está en nuestras manos implementarla de manera que contribuya a un mejor desarrollo de la humanidad.
Desde mi punto de vista, siempre es preferible centrarse en las oportunidades y aquí la IA ya está proporcionando grandes avances en el campo sanitario, de acceso al conocimiento o en la competitividad de las organizaciones. La gestión de grandes volúmenes de datos nos da posibilidades de predecir situaciones y actuar de manera preventiva, algo que es muy importante en industrias como la energética y que afecta en aspectos tan diferentes como la gestión de nuestros procesos productivos, la provisión de materias primas o en la gestión de la seguridad de nuestras instalaciones.
En las nuevas plantas que construiremos para el desarrollo de energías sostenibles, como la que hemos iniciado el pasado mes de febrero de biocombustibles de segunda generación en Huelva, tenemos previsto incorporar todos los avances tecnológicos disponibles, y la inteligencia artificial será clave. Esta planta, que será la mayor del sur de Europa con una capacidad para producir medio millón de toneladas al año de combustibles sostenibles de aviación (SAF) y diésel renovable, parte de una concepción nativa digital. Esta industria 4.0, totalmente conectada y con capacidad de procesamiento de datos en tiempo real, nos permitirá maximizar la capacidad de producción y de distribución, con mejoras de eficiencia crecientes. Mejoras que se podrían destinar para favorecer nuevas inversiones en innovación y sostenibilidad.
En el ámbito de la seguridad, el seguimiento permanente de las instalaciones de distribución y producción proporciona datos muy ricos que, procesados con la IA, nos dan una capacidad de predicción de riesgos y de actuación más rápida, lo que aumenta la seguridad en su gestión. Asimismo, la IA plantea nuevos retos de ciberseguridad, ante la mayor sofisticación de los ataques, aunque también mejora las capacidades defensivas de las organizaciones, aplicando la inteligencia artificial en las herramientas de detección y protección.
La IA constituye del mismo modo una herramienta clave para la formación permanente de nuestros empleados y su empoderamiento, favoreciendo el upskilling necesario que debemos incorporar para el desarrollo de las nuevas energías basadas en moléculas verdes.
Además, la IA facilita un nivel de cooperación entre empresas desconocida hasta ahora. Proveedores, compañías de la misma cadena de valor, o empresas de otros sectores, todos podemos localizar nuevas oportunidades en el que los avances tecnológicos permitan mejorar la eficiencia de los procesos y reducir el consumo energético, ayudando a las distintas organizaciones en sus procesos de descarbonización. A todo ello, hay que sumarle la colaboración que implica el mundo de las start up y los procesos de innovación abierta.
Para la implantación de la IA en las empresas, más allá de aplicaciones sencillas de gestión, se requiere inversión y la reingeniería de procesos. Estos recursos no están al alcance de todas las empresas y de nuevo aquí se pone de manifiesto la necesidad de facilitar un proceso de integración entre las pymes, de manera que se aprovechen de las mejoras competitivas. En este sentido, Deloitte afirma que el 65% de las empresas utiliza la IA internamente, mientras que el 74% se encuentra ‘testando’ esta tecnología. Sin embargo, estos porcentajes se reducen drásticamente en las pymes. Su implementación en toda la cadena de valor debe de ser el camino para crecer.
En toda esta reflexión debe también tenerse en cuenta las mayores demandas energéticas que conllevará la gestión de la IA y la necesidad de construir una tecnología responsable y lo más democrática posible, que esté accesible al mayor número de empresas.
La IA impregnará todo y determinará en qué nivel de desarrollo está cada país, cada área económica. PwC predice que la inteligencia artificial tiene el potencial de añadir 15,7 billones de dólares a la economía mundial para 2030, cifra que supera el PIB combinado de India y China. Sabemos que Estados Unidos y China van por delante, en buena medida porque la IA es una extensión de las plataformas tecnológicas globales, las mismas que lideran las grandes inversiones en innovación y que, por su negocio, tienen acceso a cantidades ingentes de datos para entrenar a sus “cerebros”.
En cambio, Europa se ha puesto a la cabeza en cuanto a regulación de la IA se refiere. Esto, que tiene que ver con la cultura garantista y de protección de los derechos individuales que tiene el Viejo Continente, es positivo, pero es importante al mismo tiempo no perder el tren de la innovación y el desarrollo tecnológico. Europa ya ha demostrado en otras ocasiones su capacidad de respuesta. En la aviación, por ejemplo, Europa era poco relevante hace cincuenta años. Sin embargo, hoy Airbus, compañía creada por varios países europeos, entre ellos España, es líder mundial del sector.
Como indicaba al comienzo de este artículo, la IA supone una enorme transformación que incluye riesgos y oportunidades, pero sin duda, es un cambio de paradigma que conviene que incorporemos lo antes posible a nuestras organizaciones para seguir empoderando a nuestros profesionales y favoreciendo la competitividad de la industria europea.
¿Te ha parecido interesante?