Jueves, 12 de junio de 2025
Cada vez que enviamos un correo electrónico, realizamos una búsqueda en internet o compartimos un selfie, dejamos una huella invisible en el entorno. Evidenciarla y minimizarla es el objetivo de movimientos como el green IT o el green digital, nacidos al amparo de premisas como que la tecnología utilice únicamente energía de origen renovable o que los desechos electrónicos formen parte de la economía circular.
Los expertos coinciden en remarcar que no se debe confundir ambos conceptos, ya que el primero está más centrado en una tecnología sostenible que incorpore prácticas responsables energéticamente, mientras que el segundo se centra en el mundo de los datos, el IoT o el uso adecuado de la IA y el Blockchain con el objetivo de impulsar la sostenibilidad.
Para conseguir un impacto cero —o, incluso, positivo—, la computación ecológica propone trabajar desde el diseño, además de incidir en un uso y gestión adecuados de los sistemas informáticos. Todo, sin comprometer el rendimiento y la funcionalidad. Una de las claves podría estar “en la nanotecnología de la próxima generación”, según Amalio Fernández Pachecho, doctor por la Universidad de Zaragoza y catedrático del Instituto de Física Aplicada de la Universidad Técnica de Viena (Austria).
Este experto explica que "la revolución de la tecnología de la información ha sido posible gracias a la miniaturización de los circuitos integrados. Sin embargo, una mayor potencia de procesamiento implica un mayor consumo de energía”. Precisamente, esta es la razón por la que, en su opinión, “se debe incidir en crear nuevas tecnologías más ecológicas basadas en mecanismos completamente diferentes”.
Durante sus investigaciones, Fernández Pachecho está explorando el uso de “nanohilos magnéticos capaces de almacenar y procesar información sin necesidad de un suministro continuo de energía”. Este sería el gran paso para conseguir chips más eficientes y sostenibles, contribuyendo de una forma determinante a minimizar el impacto ambiental de la computación.
No obstante, mientras se materializa la revolución de la nanotecnología, se puede aprovechar lo que hay disponible. En este sentido, para Fernando Thompson de la Rosa, director general de TI en la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), en México, la clave está en el big data y el internet de las cosas: “Con estas tecnologías se pueden desarrollar soluciones inteligentes que optimicen el uso de recursos y minimicen el impacto, ya que es un hecho que necesitamos una tecnología más sostenible”, defiende. Para lograrlo, propone contar también con los mercados y el entorno económico, a través de “la creación de startups verdes que generen modelos de negocio sostenibles desde su propio planteamiento”.
Pero generar una conciencia digital que promueva el uso responsable de la tecnología no solo es responsabilidad de los usuarios y profesionales que la utilizan a diario, sino que también requiere del impulso político y administrativo correspondiente. Desde la consultora de innovación tecnológica global PALO IT, consideran “imprescindible implementar prácticas sostenibles como las recomendadas por el marco GR491 en Europa”, destaca, en este caso, Malo Reisin, gerente de Impacto en la firma.
El GR491 es un marco de referencia europeo desarrollado para promover el ecodiseño de servicios digitales sostenibles. Está constituido por 61 recomendaciones y un total de 516 criterios organizados en ocho áreas clave, que abarcan desde la estrategia y especificaciones del proyecto hasta la arquitectura, desarrollo frontend y backend, experiencia de usuario, contenidos y alojamiento. Su objetivo es servir de guía a organizaciones y profesionales en la creación de servicios digitales que minimicen su impacto, fomentando prácticas como la eficiencia energética, la reducción de residuos y la inclusión social.
¿Qué se hace desde la gran empresa?
Algunas de las firmas tecnológicas internacionales más importantes del mundo son conscientes de la necesidad de apostar por una computación ecológica y ya han tomado cartas en el asunto.
En el caso de Amazon Web Services (AWS), la compañía ha anunciado inversiones por valor de 15.700 millones de euros en tres nuevos centros de datos sostenibles en Aragón, que se suman a su estrategia global de reducir la huella de carbono de su infraestructura. Según datos de la propia empresa, sus centros de datos son hasta cuatro veces más eficientes energéticamente que los tradicionales, gracias a innovaciones en refrigeración, hardware optimizado y uso intensivo de energía renovable. Además, AWS forma parte del compromiso climático de Amazon de operar con un 100 % de energía renovable en toda la compañía para 2025, tal y como se detalla en su portal de sostenibilidad.
Por su parte, Microsoft también aspira a ser carbono negativo para 2030, lo que significa que eliminará más carbono del que emite. La compañía de Redmond planea utilizar energía 100% renovable para 2025 y ser positivo en agua para 2030. Además, ha implementado centros de datos circulares que aumentan la reutilización de servidores y componentes hasta en un 90%, reduciendo significativamente los residuos electrónicos.
En el caso de IBM, otra de las grandes comprometida con el green IT, el compromiso pasa por obtener el 75% de su electricidad de fuentes renovables para finales de 2025, cifra que aumentará hasta el 90% para 2030. Al mismo tiempo, la compañía asegura que está desarrollando modelos de inteligencia artificial más eficientes energéticamente, como la serie Granite, que ofrece alto rendimiento con una menor huella ambiental.
Por lo tanto, todo indica que el camino de la computación ecológica ya ha comenzado a recorrerse como una respuesta necesaria. De hecho, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) la está promoviendo en forma de cooperación internacional, trabajando con los países y sus gobiernos para que desarrollen sistemas de gestión de residuos electrónicos que les permitan extraer de forma segura unos materiales desechados que, además, les reportarían 62.500 millones de dólares de valor estimado.
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