Martes, 8 de abril de 2025
Si se le pregunta a la Administración contestará que la cobertura 5G llega a toda España. Pero el país tiene la segunda orografía, tras Suiza, más abrupta del Viejo Continente. El dato preciso, según la GSMA (bajo ese acrónimo están las principales operadoras de telefonía móvil), es el 81% en la UE durante 2030. Existen algunos lugares a los que todavía no ha llegado nítido. Está en nuestra geografía. A la zona de Vall Fosca (Lleida) y en la Sierra de Cameros (La Rioja) la señal acude con dificultad. Son áreas apartadas. De agricultura pequeña, trashumante: pero requieren una respuesta. Ya lo ha dicho el Gobierno: “No vamos a dejar a nadie atrás”. Sobre todo, un colectivo donde el reemplazo por jóvenes resulta muy complejo.
La mejor forma para resolver estos desafíos son los recursos tecnológicos. El despliegue de redes de 5G genera una enorme cantidad de datos que los operadores pueden procesar en tiempo real y cumplir con la demanda de una población que aún sufre el aislamiento o momentos durante los que baja la conectividad. El Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, allá por 2018, hablaba de las posibilidades de transporte inteligente (del coche conectado al 5G), las aplicaciones multimedia (alta definición, realidad aumentada), territorios autónomos (mejor coordinación de los más desfavorecidos, salud o la simple gestión del agua, la electricidad y el gas) y, de fondo, la agricultura y la ganadería serían de precisión. La implantación del 5G —acorde con la GSMA— está transformando las economías rurales, llegan nuevas inversiones (tecnología, comercio electrónico, servicios digitales) y crean empleo local. Se calcula que el 5G generará hasta 130.000 millones de dólares (unos 120.000 millones de euros), apunta Javier González Piñal, socio de Monitor Deloitte, en beneficios económicos en zonas rurales durante 2030 en todo el mundo. Aportando un equilibrio más estable.
Desde luego, donde habitan las reses, su estado, la alimentación; el tiempo ha ido descontando años y el cambio resulta profundo. En las zonas rurales, por ejemplo, se ha impulsado el desarrollo económico. Y acude tecnología donde nunca la hubo. Ninguna historia se relata mejor que con casos reales.
Estamos en Huesca. En un pueblo que se llama el Hecho. Su población apenas supera los 1.000 habitantes. Protegidos como líneas paralelas por los parques de los Valles Occidentales y el paisaje de la biosfera de las Fozes de Fago y Biniés. Una belleza en observación. Allí la familia (López) ha instalado, tienen una hija única, de unos siete años, su espacio (this is buro, nombre de la empresa) de trabajo. Su mundo es el diseño. La creación de webs, marcas, estrategia digital. “Y sólo viajamos a Madrid cuando se trata de una reunión importante”, cuenta Alonso López. La mayor parte del tiempo lo pasamos aquí. “Creemos que es el mejor sitio para que crezca una niña. Imposible, trabajar sin el 5G. La red va bien. Son más duros los inviernos”, admite. Este año, el cambio climático parece que tarda en llegar. “El año pasado fue más difícil”, aventura. Colegio, centro de salud, parque para los críos, bosque de acacias virados al rojo en invierno. Bajo la nieve. Una vida en ese ecosistema parece reunir todo para ser feliz.
Ese es el paisaje donde trabaja y vive Alonso, hay otros que tienen una dialéctica distinta. Pero que también mezcla lo empresarial y lo humanista. Una es Cloudera. Es lo que ocurre con estas firmas: son poco conocidas. Por ir despacio. Esto funcionaría igual en una pequeña conservera o en una fábrica artesanal de queso. “Ofrece gestionar en la [famosa] nube pública y privada muchos datos a gran velocidad”, describen. Si hacen falta más latas, más productos, lo que el mercado necesita. Toda esa información llega desde la nube a través del 5G. En tierras también del norte, la Bodega Otazu (Pamplona, Navarra) trabaja con un sistema de drones conectados con tecnología 5G que les informa en todo momento del estado de la viña y de la calidad de los suelos. El objetivo es hacerlos más sostenibles y que no se empleen, por ejemplo, tratamiento de sulfatados de cobre, que son tan antiguos como dañinos a la hora de fumigar las viñas. “Es un avance que además mejora la calidad y la producción de las vides”, apunta Guillermo Penso, responsable de la Fundación Otazu.
Ahora, pensemos, en unos campos de Castilla. Una firma muy poco conocida. Augen. Detecta las enfermedades que pudiera sufrir una cabaña porcina debido a la calidad del agua que consume. Llevan una década. Conectan el Internet de las Cosas (IoT) al 5G, y la información desciende al igual que el orballo sobre esas tierras. Es un poco más complicado. Pero no mucho. “Los sensores permiten detectar patrones anómalos en el consumo del agua, lo que puede indicar un problema de salud”, relatan. El 5G posee un gran potencial en ese espacio agrícola que a veces ha vivido demasiado ajeno a la tecnología. Es bueno que llegue. Pensemos en Prismab. Gracias a sensores conectados a Internet permite al agricultor analizar el suelo, el agua y el clima con el fin de mejorar la producción animal. “Estas soluciones demuestran que la conectividad no debe ser una barrera para la digitalización del sector primario”, resume Manuel Álvarez, director de UnaBiz España, proveedor de servicios IoT. Otro ejemplo. Gracias al software Digitalmina. y su sistema de geolocalización, ubica en todo momento dónde se encuentran las reses. Por ahora, los “experimentos” en Vall Fonseca van muy bien.
El mecanismo es sencillo de escribir: millones de datos que hay que analizar y con ellos se extrae información para tomar una decisión. Esto es lo que transmite el 5G a la inteligencia artificial. Juan Hernández, miembro de Esri España, se dedica a filtrar estos datos y encontrar patrones ocultos. Su mundo, en términos de colores, es “la escala de grises”. Apasionante. “La mejora en la infraestructura y los servicios en el sector de las telecomunicaciones son una ayuda para simplificar una conectividad más inteligente y mejor planificada”, subraya. La conectividad también ha llegado a otras bodegas como San Román. En la popular zona vinícola vallisoletana de Toro (tiene una población media de 300 habitantes). La totalidad de la maquinaria que opera en el campo está trazada de tal forma que se sabe en tiempo real su consumo. “Es poco conocido. Pero la vendimia resulta muy intensiva en gasto energético. Despalilladoras, tractores, mesas de selección. Y un gasto al que se suma la cosecha nocturna”, desgrana Alberto García, director, junto con su hermano, Eduardo, de la finca familiar. Cada vez es una práctica más frecuente por el cambio del clima y también por la rebaja del consumo energético. Los datos que aporta la conexión de alta velocidad aminoran la factura.
Un poco de historia. El 12 de diciembre, en el Senado, se presentó el estudio Conectividad rural frente al reto demográfico elaborado por el Observatorio Asteo. Tuvo una resonancia algo callada. Pero frase tras frase dibujaba ese país despoblado en el y que tiene el derecho de sobrevivir. El 77% de los encuestados de poblaciones de menos de 500 habitantes considera que su municipio está en riesgo de desaparición. Siete de cada diez usuarios de Internet en áreas rurales, asegura que el emprendimiento digital es clave para dinamizar su población. Algo imposible sin el 5G. Y la conectividad con la Red de alta velocidad es una prioridad a la hora de elegir vivir en áreas rurales para el 64% de los residentes. “En el final está mi comienzo”, escribió, hace más de un siglo el poeta, inglés, T.S. Eliot. Sin la conectividad abocamos a una generación rural a regresar a los sobrecargados núcleos industriales. Y llevar una vida que no quieren. Jamás un número y una letra han sido una verdadera política de Estado. Atañe a una sociedad que encuentre, al menos, cinco razones para apoyar una nueva generación. Porque el 5G es verde. “Energéticamente resulta más eficiente que el 4G. Crea soluciones que mejoran [lo hemos visto] la productividad y ahorran recursos. De ahí la importancia de reducir la brecha digital para extender su impacto positivo a todo el mundo”, describe Elena Valderrábano, profesora del Máster en Sostenibilidad en la Universidad de Navarra. ¿Recuerdan? “No dejar a nadie atrás”. En mi final está mi principio.
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