El siglo XXI avanza hacia una redefinición del modelo urbano. Tres informes de referencia -IESE Cities in Motion, Sustainability Magazine Top10 Smart Cities e IMD Smart City- dibujan un collage con pinceladas de grueso calibre para las Ciudades Inteligentes interesadas en la vanguardia tecnológica, la lucha contra el cambio climático y la búsqueda de un equilibrio habitacional que consiga la convivencia social entre sus residentes tradicionales y la captación del talento que precisan para diseñar sus hubs de innovación y sostenibilidad.
Porque esta trilogía -vivienda asequible, el impulso de la IA y los avances hacia una transición energética libre de CO₂- marcará sus estándares de bienestar futuros y, por ende, sus capacidades para abordar desafíos geopolíticos y establecer medidas de resiliencia activa frente a la creciente competitividad internacional.
Expertos de la Innovation Impact Alliance del World Economic Forum (WEF), institución gestora de las cumbres de Davos, afirman que “la verdadera resiliencia urbana requiere conectar ecosistemas de innovación, movilizar la inversión hacia economías locales y aplicar soluciones de escala con impacto social tangible”. En su opinión, la digitalización y la tecnología urbana solo adquieren sentido cuando fortalecen el desarrollo inclusivo y la cohesión social.
Por otro lado, el informe del IESE, que firman los profesores Pascual Berrone y Joan Enric Ricart, pasa revista a 183 ciudades de 92 países, con evaluaciones a parámetros de sostenibilidad, competitividad y calidad de vida a partir de un centenar de indicadores desglosados en nueve áreas de actuación: capital humano, cohesión social, economía, gobernanza, medio ambiente, planificación urbana, movilidad, tecnología y proyección internacional.
Su ranking 2025 sitúa a Londres, Nueva York y París en el pódium por tercer año seguido en un top-ten que completan, por este orden, Tokio, Berlín, Washington, Copenhague, Oslo, Singapur y San Francisco.
El estudio enfatiza que las tensiones geopolíticas, crisis energéticas y catástrofes e inclemencias atmosféricas reclaman estrategias convergentes que prioricen una planificación con identificación de políticas municipales en la que se involucren movimientos cívicos y empresas, hasta obtener un póker con cuatro ases en la manga: uno sostenible, que encarnará el espíritu central de la agenda urbana, que promueva mecanismos de descarbonización y de combate del cambio climátic; otro, de resiliencia económica y social, con proyectos de equidad y ayudas e incentivos a pymes y a formación en digital y sostenible; un tercero de integración tecnológica que garantice la conectividad en todas las zonas urbanas y capacite a sus residentes y visitantes en competencias digitales con plataformas de datos abiertos; y, finalmente, una táctica definida de colaboración internacional que las permita participar activamente en instituciones mundiales que competen conocimiento y potencian iniciativas urbanas comunes.
Además, describe tres grupos heterogéneos de ciudades que reflejan las tendencias actuales en gestión urbana:
- Ciudades globales emergentes. Con alto potencial de dinamismo en áreas en desarrollo con desafíos sobre gobernanza, sostenibilidad y tecnologías avanzadas: México DF, que ocupa el puesto 118 de su ranking; Bogotá (138), Bombay (155) o Lagos (181).
- Líderes metropolitanos mundiales. Insertas en economías diversificadas con elevado nivel de innovación, proyección internacional y calidad de vida, pero que deben mejorar en sostenibilidad y abordar determinadas desigualdades sociales: Londres (primera de la clasificación y líder en capital humano y proyección global), Nueva York (abanderada en economía), París (3), Tokio (4) y Singapur (9).
- Ciudades sostenibles y culturales. Priorizan el bienestar social, la calidad de vida y la sostenibilidad por encima del crecimiento acelerado: Ámsterdam (12), Estocolmo (20) y Madrid (24).
Sus autores, Berrone y Ricart, inciden en que, tras una década de investigación sobre tendencias urbanas, “el futuro de las ciudades dependerá no solo de su tamaño o riqueza, sino también de su capacidad para innovar, anticipar y responder con agilidad a los desafíos emergentes”. De ahí que hagan hincapié en la planificación urbana: “el progreso pasa por combinar visión estratégica y flexibilidad operativa”.
El binomio tecnología-sostenibilidad
En este sentido, el ranking de Sustainability Magazine desvela las mejores estrategias integrales de tecnología y sostenibilidad después de calibrar sus tensiones habitacionales y enumerar sus socios empresariales de referencia.
Helsinki ocupa el primer peldaño por su enfoque ciudadano y su proyecto digital Helsinki 3D+ de la mano de Nokia. Le siguen Dubái, ejemplo de la ambición tecnológica con taxis autónomos y aplicaciones basadas en IA con Core42 como aliado del sector privado, aunque dispone de un parque residencial con más del 40% propiedad de no residentes. Y Seúl, que combina conectividad y transporte inteligente (Samsung SDS), pese al abismo entre los precios del centro y la periferia, que ha forzado desplazamientos de población joven.
A continuación, aparece Londres con Arup como compañía de su joint venture, que prioriza los datos abiertos y la participación social con apoyo de infraestructura digital, pero que se enfrenta a congestión de tráfico y preciosaltos. Por delante de Nueva York (IBM) por la gestión inalámbrica, Tokio (Hitachi), por su capacidad de detección y reacción ante catástrofes naturales, Copenhague (Siemens), por su transporte público, Ámsterdam (Philips) por eficiencia energética, Singapur (ST Engineering) por su movilidad urbana y Barcelona (Cisco) por su elevado nivel de democracia digital.
Movilidad, el eje invisible que vertebra el ‘urban style’
El informe IMD Smart City Index 2025 revela que, más que el último gadget digital, la verdadera transformación tecnológica que demandan las Smart Cities debe enfocarse en la movilidad. Sobre todo, si desean ser, además de inteligentes, competitivas.
Los expertos de esta firma de investigación de mercados aducen seis motivos para justificar esta tesis:
- La movilidad urbana emerge como factor estratégico de calidad de vida que incide de una manera directa en la percepción social de ciudad inteligente. En un entorno en el que la ciudadanía juzga servicios, infraestructuras y gobernanza, el transporte colectivo, la conectividad y la facilidad de movimiento se convierten en termómetro del progreso urbano. La movilidad, entendida en varios frentes -accesibilidad, eficiencia, inclusividad y tecnología-, actúa como un elemento urbano distintivo.
- Esta estrategia no depende exclusivamente de insertar tecnología -como sensores, big data o apps móviles-, sino de integrarla en una visión holística de ciudad. Lo que implica combinar infraestructuras físicas -de transporte público, carriles ciclo-peatonales, nodos intermodales- con plataformas digitales que permitan optimizar flujos, priorizar modos sostenibles, gestionar demanda y ofrecer al residente alternativas reales a las del coche privado. En otras palabras: la tecnología por sí sola no garantiza una movilidad eficiente; debe diseñarse en función del usuario, la gobernanza y el espacio urbano.
- Una movilidad urbana inteligente debe perseguir tres objetivos relacionados: reducción de la congestión, disminución de las emisiones y mayor accesibilidad social. Al vincular movilidad, medio ambiente y equidad, se perfilan modelos de ciudad que resultan más atractivos para sus ciudadanos, sus empresas y para atraer talento global. La conclusión implícita es que la movilidad tampoco es solo una cuestión de ingeniería, sino un vector clave para la transición hacia una ciudad más sostenible y justa.
- La gobernanza juega un papel crítico. La adopción de políticas de movilidad inteligentes requiere coordinación entre múltiples actores -municipios, operadores, reguladores y, por supuesto, su sociedad civil- y el apoyo de la toma de decisiones en datos, indicadores medibles y transparencia. Solo así se puede habilitar un ciclo de prosperidad en el que los sistemas de transporte se ajusten con rapidez a nuevas demandas, emergencias o cambios tecnológicos. Las ciudades que lo hacen logran atraer inversión, retener talento y mejorar su reputación internacional.
- El valor económico de una movilidad urbana eficiente es doble. Por un lado, mejora la productividad al reducir los tiempos en desplazamientos, aumentar la confiabilidad del transporte y ampliar la accesibilidad al mercado laboral. Por otro, rebaja externalidades negativas -, contaminación, ruido, congestión- que suponen costes para las administraciones y la sociedad. Dado que las ciudades compiten globalmente por atraer empresas, inversores e innovación, una movilidad deficiente puede erosionar ventajas competitivas que tardan en recuperarse.
- El factor humano: la movilidad urbana inteligente debe ser inclusiva y centrada en el ciudadano. Por ello, deben potenciarse los modos activos (desplazamientos a pie o en bicicleta), viajes combinados en transporte público y un diseño urbano que reduzca la necesidad de traslados largos. A partir de esa lógica, la ciudad se hace más compacta, más accesible y más resiliente. De igual modo, se devuelve al ciudadano el control sobre su tiempo y espacio urbano.
Como colofón, el informe IMD Smart City Index 2025 deja un aviso para navegantes, en alusión a los gestores urbanos: invertir en movilidad urbana no es un gasto de infraestructura, es una apuesta estratégica de ciudad.