Tribuna Miércoles, 8 de junio de 2022
Para José Carlos García Gómez, catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla, proteger la superficie de agua salada no debería ser solo una cuestión de “obligada gratitud”, ya que “en su prevalencia y salud medioambiental también nos va la vida”. Quizá mucha gente haya oído hablar de los océanos como “termostato de nuestro planeta”, ese inmenso regulador cuya ausencia produciría “contrastes extremos de temperatura día-noche que harían inviable la vida”, asegura el experto. Pero menos personas saben que los “organismos fotosintéticos marinos producen entre el 50% y el 70% del oxígeno mundial, más que el que producen las plantas terrestres”.
Tres amenazas principales se ciernen, en su opinión, sobre los ecosistemas marinos. Las dos primeras son consecuencia directa del calentamiento global, mientras que la tercera tiene que ver con las ingentes cantidades de CO2 que absorben las enormes masas de agua oceánica. Contrarrestar o al menos “mitigar” sus efectos pasa por una solución de apariencia simple que, sin embargo, no admite recetas sencillas: nos enfrentamos a la “urgente necesidad de frenar la emisión de los gases de efecto invernadero y, por tanto, de establecer un estricto control y reconversión de las fuentes que los producen”. El catedrático admite que se trata, hoy en día, de “una quimera”, si bien los “importantes esfuerzos que se están realizando a nivel internacional” le permiten agarrarse a un hilo de esperanza.
A lo largo de su carrera, García Gómez se ha embarcado en un sinfín de iniciativas enfocadas a la preservación marina, sobre todo en la costa de Andalucía. Su mirada actual aúna nostalgia por lo que fue con unas altas dosis de optimismo sobre nuestra capacidad para revertir parte del destrozo generado. “La costa de Andalucía ha sufrido cambios muy importantes durante las últimas décadas, tanto fisonómicos como ambientales. Esto ya no parece tener marcha atrás, pero se pueden controlar adecuadamente nuevas actuaciones”, asegura. Hay formas de “conseguir excelentes calidades de agua, proteger la biodiversidad existente e incluso aumentarla y consolidarla por técnicas modernas de restauración ambiental o de adecuación ecosistémica de infraestructuras”, añade. Con una planificación adecuada, estas pueden actuar como “hábitats artificiales, generando biodiversidad y propiciando conectividad genética entre poblaciones de especies”.
En uno de sus proyectos actuales –posible gracias a la colaboración entre la Fundación Cepsa y la Universidad de Sevilla–, el catedrático trata de analizar las implicaciones de un alga invasora con extraño nombre: ‘regulopterix okamurae’. De sabor parecido al ‘wasabi’ de la cocina japonesa, originaria del Pacífico noroccidental, aún no se sabe cómo llegó al estrecho de Gibraltar. “La investigación está fundamentalmente orientada a descubrir las fortalezas y debilidades de esta especie invasora con la finalidad de estudiar posibles medidas efectivas de mitigación del problema, entre ellas, formas de explotación orientadas a la economía circular”, señala.
El equipo liderado por el catedrático, en colaboración con otras instituciones como el CSIC, la Universidad de Cádiz o la Universidad de Málaga, ya trabaja en varias líneas de investigación para el tratamiento y el uso de esta especie en fertilizantes naturales y orgánicos o como fuente de energía a través del biodiésel. También ponen el foco en las sustancias bioactivas del alga como una posible fuente de compuestos neurofarmacológicos para la prevención y el tratamiento de procesos neuroinflamatarios.
Su rápida capacidad de expansión hace que el tiempo no corra a nuestro favor: ya ha sido detectada su presencia en las costas de Marsella y en las Azores. Sin embargo, los últimos registros invitan al optimismo, aunque el catedrático se muestra cauteloso: “En 2019-2020 remitió y este año ha bajado un poco más aunque aún quedan por controlar algunos lugares de monitorización, por eso hay que ser prudentes. Estamos viendo cambios”.
Una exitosa carrera bajo el agua
Autor de más de 200 artículos especializados y varios libros, catedrático de Biología Marina en la Universidad de Sevilla (US), José Carlos García Goméz ha dedicado su extensa carrera al estudio analítico de la vida bajo el agua. Sobre todo en el litoral andaluz, aunque sus investigaciones también le han llevado a lugares como la Antártida o las zonas tropicales de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico. Dirige, desde su creación, el Laboratorio de Biología Marina de la US y ha obtenido varios premios en reconocimiento a su labor divulgativa enfocada a la preservación de los ecosistemas marinos. Posee la medalla de oro de La Línea de la Concepción (Cádiz), donde nació. Es, además, uno de los grandes expertos de nuestro país en buceo científico y fotografía submarina.
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