Ese particular damero donde se cruzan y entrecruzan siglas, que son las certificaciones de sostenibilidad, se basa en un principio sencillo: es imposible solucionar aquello que no se puede medir. Imaginen enfrentar el cambio climático sin instrumentos fiables que fijen la temperatura. Un universo de palabras que transmiten que esta Tierra —que habitamos hace 400.000 generaciones— tiene todavía, por delante, un inmenso calendario. La sostenibilidad exige una arquitectura de las normas.
Por eso, la Unión Europea ha aprobado la Directiva de Reporte Corporativo de Sostenibilidad (CSRD, según sus siglas en inglés). Mide hasta 1.200 indicadores para asegurar que la “S” continúa siendo una letra mayúscula. La legislación llegará —de forma gradual— entre 2027 y 2029. Prevé que la información sobre sostenibilidad resulte más accesible y eficiente, y ajustar las emisiones de carbono. Es uno de los soportes del Pacto Verde. Pero, ni mucho menos, significa, que, haya que aguardar ese tiempo.
Las certificaciones hace años que están a nuestro lado y existen distintos rankings y formas de medirlas. B Corp quizá sea la más reconocida a nivel mundial. Lleva activa desde 2006. Se otorga a empresas que cumplen con sus altos estándares de desempeño social y ambiental, rendición de cuentas y transparencia. Es un símbolo. Debe tener un impacto positivo en los trabajadores, la comunidad, el medio ambiente o los usuarios. Cuidar a las personas y también al planeta. Desde luego no está sola. Pocos no han leído sobre la ISO 14001. Más de 500.000 compañías exhiben su logo. Es uno de los estándares medioambientales que se han vuelto cotidianos. Premia una política clara, la consecución de los objetivos y la precisión en la medida.
La Tierra, terca, continúa rotando y se para en los certificados LEED (Leadership in Energy and Enviromental Design, por sus siglas inglesas). En este caso, se trata de una certificación que defiende un amplio grupo de factores aplicados en construcción. Eficiencia energética, uso del agua, calidad del aire interior o diseño del emplazamiento. Establece una clasificación por puntos: cuánto más sostenible es el edificio, mayor nivel (Certified, Silver, Gold y Platinum). Una enseña dirigida sobre todo a oficinas y grandes espacios corporativos. Las construcciones que avala emiten un 34% menos de dióxido de carbono y ahorra 80 millones de toneladas desperdiciadas en los vertederos. Sería la primera de una familia —cada vez más extendida— que acoge a BREEAM (valora, sobre todo, la gestión del proyecto); WELL (evalúa la calidad del aire); Passivhaus (prioriza el aislamiento, la hermeticidad y la ventilación de alta eficacia) y DGNB (muy rigurosa en su mirada genérica: ambiental, económica y sociocultural). Estos sellos aparecen, muy visibles, cerca de la entrada de los edificios.
También son vitales en un ecosistema tan distinto como un bosque. El sello Forest Stewardship Council (FSC) garantiza que sus productos no provocan ninguna deforestación, los trabajadores han recibido salarios dignos y preservan los derechos de las comunidades de dónde extraen la madera.
La introducción de estos estándares conduce muchas veces a mejorar la forma en la que las compañías evalúan su actividad, con un prisma distinto del que ha acabado configurando su cultura corporativa. Diríase que es un ejercicio de auto-consultoría, que les permite adaptarse a los cambios regulatorios, económicos y tecnológicos. En el ámbito de la sostenibilidad no solo hay certificaciones, sino también ratings que reconocen a las empresas líderes en este contexto. EcoVadis es de origen francés. Su rating se aproxima a las palabras de otra forma, en cuatro capítulos: Impacto medioambiental, Derechos humanos y del Trabajo, Ética y Comportamiento en las adquisiciones. Ha examinado a más de dos millones de firmas de 220 industrias, creando un mapa trazado por esas cuatro fronteras.
Si hemos hollado los bosques, hemos hollado la tierra. Fairtrade. Crecida —también— europea: nació en Alemania. Su espacio reside en la agricultura. La organización establece estándares sociales, económicos y ambientales pensando, a la vez, en las empresas, los agricultores, que participan en las cadenas de suministro, y protege los derechos de las personas que trabajan en los suelos. De esas mismas latitudes procede la certificación GOTS (Global Organic Textil Standard, tiene una traducción intuitiva al castellano). El sector textil busca también consumir menos recursos. Desde el agua a las propias materias. Podría escribirse que es el sistema métrico de la sostenibilidad medioambiental de los tejidos orgánicos.
Una industria básica para la economía española, la cual, se refleja —al igual que Narciso en el estanque— en estos certificados, es la pesquera. Aportó, durante 2024, junto a la agricultura y la ganadería —datos del Instituto Nacional de Estadística, INE—: unos 43.800 millones de euros al PIB. O sea, a la riqueza española. La etiqueta ecológica se llama MSC. Marine Stewardship Council contribuye a la salud de los océanos y reconoce y recompensa las prácticas sostenibles pesqueras, sean en aguas abiertas o piscifactorías. Supone trazar una recta que une dos puntos. Está alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, que durante 2030 crearán un fondo de 5,6 millones de euros para promover estas iniciativas.
Aire, tierra, mar y energía. Cuatro virtudes innegociables. Energy Star. Esta última está gestionada por la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos (EPA, acorde a sus siglas inglesas). Es un certificado-torrentera: dividido en 75 categorías. Sistemas de enfriamiento, luz, electrónica o equipos comerciales. El programa ha ahorrado, defiende la institución, cinco billones de kilovatios/hora en electricidad desde que, en 1992, surgió la certificación.
Todas las siglas anteriores son una muestra de la capacidad de cambio, adaptación y mejora de una sociedad. En España algunas resultan muy familiares en la estrategia ESG. ¿Quién no conoce a AENOR? ¿O la ISO 50001? Sin embargo, ¿y la SGS Spain? con su certificación SGS España dirigida de una forma global a esa ESG. Hemos caminado las líneas de las que tienen mayor reconocimiento. Por fin, resulta posible extraer poemas de las noticias.