Martes, 1 de julio de 2025
En ocasiones, detrás de las siglas más intrincadas se esconde la belleza. NZEBs. Son edificios cuyo consumo energético neto es casi cero. Arquitectos e ingenieros los diseñan para minimizar su gasto. Aislamiento, ventanas y sistemas de ventilación de alta eficiencia junto a energías renovables (sol, viento, geotermia) cuya finalidad es cubrir las necesidades energéticas. Es igual que una ecuación: debe haber una respuesta. “Los NZEBs disminuyen, de forma intensa, las emisiones de efecto invernadero y reducen la huella ambiental”, resume Eric de Tessières, Chief Sustainability Officer (CSO), de la gestora Rothschild AM. Y es que, según Carlos Lamela, cofundador y presidente ejecutivo de la oficina de arquitectura Estudio Lamela, los edificios NZEB pueden lograr reducciones de hasta un 90% en las emisiones operativas de CO2 y más del 75% en el consumo de energía primaria no renovable respecto a edificios convencionales, gracias a su alta eficiencia energética y al uso de energías renovables.
La inversión inicial puede ser alta, pero a largo plazo se transforma en beneficio. Es el futuro y el presente. Tienen una altísima eficiencia energética y una demanda de energía muy reducida — hasta un 75% menos que un edificio convencional, según el estudio citado— de modo que la poca que consume se cubre, en gran medida, como hemos visto, mediante fuentes renovables como la energía solar fotovoltaica, la aerotermia o la geotermia. Su objetivo es minimizar el impacto ambiental y limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, al tiempo que garantizan el confort de los ocupantes y la calidad del ambiente interior.
Conviene acordarse de que, en la vida de un edificio, la mayor parte de las emisiones se producen los primeros dos años, con la extracción de las materias primas, fabricación, transporte, instalación y eliminación de residuos. Es cierto —como recuerdan en Ferrovial— que aún no son muy habituales en España, pero se van a desarrollar gracias al impulso de los organismos públicos, los propietarios muy concienciados con la sostenibilidad y los que ya se están poniendo en marcha bajo ese estándar.
Para alcanzar esos estándares, resulta básico optimizar la envolvente térmica (la cubierta que recubre el edificio), incorporar sistemas de climatización de alta eficiencia, utilizar energías sostenibles y adoptar estrategias de diseño pasivo, que aprovechen las condiciones climáticas locales. Hace tiempo que desde Bruselas han situado las lindes normativas. Deben cumplir con los requisitos de la Directiva 2010/31/UE, que se refiere a la eficacia energética de los edificios y sus actualizaciones, las cuales establecen umbrales de consumo y la obligatoriedad de integrar energías renovables. De hecho, las Naciones Unidas estiman que para limitar el aumento de la temperatura a menos de 2ºC en 2030, la industria inmobiliaria debe reducir la intensidad energética de los edificios al menos un 30%.
La arquitectura ha comprendido con rapidez el mensaje. Un ejemplo es el edificio Madnum (Madrid), proyectado por Estudio Lamela, que ha sido diseñado totalmente siguiendo esos criterios: sostenibilidad, reducción del consumo energético e integración de energías renovables. La esencia de los estándares NZEBs. “No se trata de dejar de consumir, sino de hacerlo mejor, teniendo como objetivos el ahorro energético, la eficiencia y el mundo renovable”, desgrana Carlos Lamela, fundador de la firma.
Pero en la primera línea del cambio también están las multinacionales. En principio, quieren ampliar sus oficinas especialmente en edificios singulares. “Y descartan todos aquellos que están por debajo de determinados umbrales de eficiencia energética”, advierte Roberto Scholtes, jefe de Estrategia de Singular Bank. Edificios con la certificación A, Leed Platino o NZEBs enseñan, una y otra vez, esa belleza tras las siglas. Son los que tienen mayor demanda y menores tasas de desocupación. Las virtudes se deslizan una detrás de otra como fichas de dominó. Aunque —según Ferrovial— el coste de la construcción de un edificio NZEB puede ser entre un 5% y el 10% superior a otro de tipo convencional, este sobre coste se compensa con un ahorro en el consumo energético que oscila en la horquilla que va del 80% al 90%, unos menores gastos de mantenimiento y una revaloración del inmueble: los edificios eficientes tienen mayor demanda y más valor de mercado.
Este es el entorno que envuelve a esas estructuras que cuentan con las alambicadas siglas: NZEBs. Los detalles semejan un listado de buenas prácticas medioambientales. Emplean materiales aislantes de alto rendimiento, sistemas de calefacción y refrigeración eficientes, mecanismos de iluminación precisos, paneles solares o turbinas eólicas —como fuente energética— y recurren a tecnologías de construcción inteligente. Es un diálogo a tres bandas: entre sociedad civil, ingeniería y arquitectura.
También hace falta un poco de memoria. En 2003, Edmond de Rothschild Real Estate Investment Management (EDM REIM), la rama de inversión inmobiliaria del grupo Rothschild, completó un proyecto de rehabilitación sostenible en un espacio histórico construido en 1765 junto a los canales de Ámsterdam (Países Bajos). La ambición era modernizar la oficina, hacerla más sostenible y mirar al futuro. Se obtuvo la etiqueta energética A. Todo pasa por utilizar los materiales más avanzados (de alto rendimiento, según la jerga del sector) pero sin olvidar, los tradicionales, pensemos en la madera. Es un aislante acústico natural y, además, una vía para levantar estructuras ecológicas. El edificio OMBU (Madrid) encargado por Ferrovial y diseñado por Foster & Asociados se sostiene en esa premisa.
Ejemplos de NZEBs
Si una vez vivimos tiempos financieros, ahora vivimos tiempos sostenibles. Las urbes deben ser cada vez más inclusivas, seguras y eficientes. La urbanización crece en el planeta. Según Naciones Unidas, en 2030 se estima que el 60% de la población mundial vivirá en ciudades. ¿Estamos preparados? Porque son una espada de doble filo. Generan cerca del 60% del PIB mundial; sin embargo, también suponen el 70% de las emisiones de carbono globales y más del 60% del uso de recursos. ¿Cómo encontrar el equilibrio, cuando la urbanización resulta cada vez más rápida? La respuesta nos devuelve, de nuevo, a esas siglas familiares. NZEBs. Construir de manera sostenible. El antiguo pabellón de la Expo 92 de Sevilla se está remodelando bajo estos criterios. Y dos edificios del Palacio de Congresos de la ciudad hispalense son pioneros en la aplicación de los ya famosos Certificados de Ahorro Energético (CAEs) en Andalucía. Es un documento que garantiza que se ha logrado un ahorro en el empleo de energía. ¿La forma? “Desde la instalación en edificios de energías ecológicas a ventanas con ruptura de puente térmico”, desgrana Enric R. Bartlett Castellà, profesor de Derecho Público de Esade Law School. Infinidad de siglas caminan hacia el mismo destino.
Otros casos los trae, de nuevo, la memoria. En Europa, alrededor del 90% de los edificios se construyeron antes de 1990, y el 40% antes de 1960. Un caso concreto —destaca Zsolt Kohalmini, director global de activos inmobiliarios en Pictet Alternative Advisors— es el proyecto Bosco Verticale (Bosque vertical), un grupo residencial de edificios levantados en Milán (Italia), con 20.000 árboles, arbustos y plantas perennes que secuestran carbono, producen oxígeno y reducen el consumo de energía. Todo gracias a unas, algo intrincadas, siglas: NZEBs.
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